Grifo de ducha

Como sociedad, cada vez somos más conscientes de la importancia de cuidar nuestro cuerpo. La exposición solar, la alimentación o el deporte pueden alterar drásticamente el estado de nuestro organismo. Por ello, las personas que apuestan por cuidarse tienden a aplicarse crema solar, ingerir frutas y verduras y evitar el sedentarismo.

Sin embargo, existen algunos datos que suelen pasar desapercibidos a la hora de adquirir buenos hábitos. Uno de ellos está relacionado con las duchas de hoy en día y las temperaturas a las que solemos lavarnos piel y pelo. En este sentido, son numerosos los estudios que relacionan una temperatura elevada en el agua de la ducha y un envejecimiento prematuro.

Cuidar la temperatura en la ducha

Seguramente has escuchado hablar de que muchas personas se duchan con agua fría por los beneficios que esta práctica supone para el cuerpo. En este sentido, las duchas de agua fría tienen impacto en el organismo, tanto en la dermis como en el aparato cardiovascular. Además, se ha demostrado que ducharse con agua fría mejora el estado emocional de las personas, especialmente de aquellas que tienden a la depresión o la ansiedad.

En el caso de la piel, las duchas con agua demasiado caliente (más de 30ºC) presentan inconvenientes a largo plazo. Así, el agua excesivamente caliente impacta sobre los capilares de la dermis y puede dar lugar a picores, rojeces y sequedad, especialmente para las pieles sensibles. Por ello, lo recomendable es no exceder los 30ºC y situarse en una temperatura templada, entre los 20 y los 28 ºC.

Con respecto a la temperatura para lavarse el pelo, el agua muy caliente afecta a la densidad y el aspecto final del pelo. Así, se ha demostrado que lavar el cabello con agua templada tiene efectos beneficiosos para el volumen, la sequedad y el brillo. Y es que el agua caliente afecta a la porosidad y las fibras del pelo, provocando la ruptura constante de este.

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Intensidad y chorro en la ducha

De igual modo, la intensidad o fuerza del chorro de la ducha también impacta en las capas más superficiales de la piel. En este sentido, las investigaciones han descubierto que las duchas prolongadas, con gran fuerza en la salida del agua o con una profunda aplicación de jabones pueden ser perjudiciales. Entre otras, las duchas son positivas porque eliminan la suciedad, pero también se llevan por delante los aceites y grasas naturales de la dermis, algo que, si bien de manera esporádica es bueno, a largo plazo da lugar a sequedad e irritación.

Además de mejorar el impacto ambiental que generan las duchas largas, los consumidores debemos intentar ducharnos durante poco tiempo (5 minutos es lo ideal) con chorros de poca intensidad, que no dañen en exceso las capas de la piel. Por ello, las duchas más modernas incluyen sistemas de reparto del agua más amplios, es decir, platos de la ducha grandes donde una gran cantidad de agua es expulsada con una fuerza media. Ello dar lugar a una limpieza profunda en poco tiempo.

Pero el proceso del cuidado de la piel no termina con la ducha. Los expertos también aconsejan secar la piel a toquecitos para evitar roces y aplicar cosmética innovadora para hidratar la piel, tanto del rostro como del cuerpo.

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